viernes, 1 de noviembre de 2013

ECCGate o cuándo el grande se come al chico.



Esto se veía venir y casi creo que ha tardado mucho en explotar. Y es que cuando las editoriales de cómics empezaron a introducirse en las grandes superficies comerciales, y estas empezaron a ver que en los en otras épocas despreciables tebeos convertidos por arte de magia en novela gráfica y apadrinadas en muchas ocasiones por adaptaciones cinematográficas había negocio, la cosa se iba a ponerse muy dura para las librerías especializadas, más todavía en el contexto de crisis y depresión generalizada en el que vivimos y en el que cada vez hay menos beneficio que repartir.

La cosa ha estallado finalmente con este ECCGate, que se explica por aquí, pero que creo que afecta igual al resto cómics  de otras editoriales. En mi opinión, las iras enfocadas hacia las editoriales están mal apuntadas ya que los que se pasan lo de la fecha de entrega y las posibles penalizaciones de la editorial por el forro son unas grandes superficies que hacen y deshacen cómo quieren con total impunidad desde su posición dominante. Prácticas que no son exclusivas solo de los tebeos y si no, que se lo pregunten a las librerías especializadas en libros de texto que vieron también su negocio afectado cuando las grandes entraron en liza.

Presuntamente estamos ante un caso de competencia desleal en toda regla, pero el sitio para dictaminarlo y para denunciarlo no son las redes sociales ni Internet sino en los Juzgados o las bambalinas de las negociaciones de los despachos. Sin embargo, a las impotentes y atribuladas pequeñas librerías especializadas nunca se les ha dado bien organizarse para hacer valer sus derechos y hasta que no tengan una asociación que funcione y las defienda –a pesar que ya se están dando pasos para ello- no les queda más que clamar sobre los desmanes de las grandes en el desierto virtual y esperar despertar la simpatía de los aficionados para que mantengan sus fidelidades y no compren en las grandes superficies.

En este sentido, es difícil no entender las quejas y reclamaciones de las pequeñas librerías para las que fidelizar a los clientes es fundamental y con jugadas como esta se lo ponen aun más difícil pues poco hay menos fiel que un fan addict -¿todavía quedan?- ansioso por hacerse con su periódica dosis de soma viñetil. Pero creo que las pequeñas, aparte de reclamar a las editoriales el cambio de tornas para conseguir el trato privilegiado que sostienen tienen las grandes superficies – que, más bien, creo se debe si existe al poderío de estas ante las mismas editoriales para hacer lo que quieran-, deberían preocuparse por llevar a cabo las medidas que están en su mano para atraer a la gente y preguntarse porque han perdido su fidelidad. Medidas como mejorar la atención al cliente, ofrecer un trato personalizado y ofertas y descuentos en la medida de sus posibilidades. Me consta que en muchas lo hacen, pero otras muchas no y los clientes insatisfechos generalmente no vuelven.

En fin, no deja de ser una batalla desigual y es difícil no sentir simpatía por las pequeñas librerías que tienen en el negocio su forma de vida frente a la apabullante despersonalización de las grandes superficies. Sin embargo, los negocios son así de crueles y al aficionado y a la editorial lo que le favorece es la amplitud cada vez mayor de puntos de ventas pero, eso sí, que las reglas sean  justas para todos.