martes, 7 de mayo de 2013

“El temor de un hombre sabio”, de Patrick Rothfuss.

Embargado de mi infinita fe en la capacidad para mejorar del género humano, alguna buenas críticas de conocidos y el ver en los andenes de Metro a más de un usuario cargando con el mamotreto, decidí darle una segunda oportunidad a Patrick Rothfuss – que aseguraba además haberse tomado su tiempo para "no escribir un libro más, sino el mejor de los libros posibles", según leí en algún sitio que no recuedo- y me he embarcado en las últimas semanas en la lectura de “El temor de un hombre sabio”, la esperada por algunos segunda parte de “El nombre del Viento”, sobrevaloradísima novela de fantasía la que ya escribí algo por aquí.

Kvothe retoma  el relato de su vida en la taberna en la que se esconde al Cronista que le escribe su biografía allá donde lo dejara. Tras abandonar sus estudios de magia en la Universidad durante unos trimestres, Kvothe pasará un tiempo viajando sirviendo al poderoso Maer Alveron, al que salvará la vida y prestará importantes misiones, conocerá a la mágica Felurian que le descubrirá los placeres del sexo y se adoctrinará y aprenderá los secretos de los esquivos adem, al tiempo que intenta averiguar más cosas en torno a los legendarios Chandrian de los que espera algún día vengarse por la muerte de sus padres y familiares.

En fin, si Patrick Rothfuss esperaba escribir una novela mejor que “El nombre del viento” me temo que en mi opinión no lo ha conseguido, ya que no solo no corrige ninguno de los defectos que veía en aquella sino que además parece incidir en los mismos. Con una extensión excesiva y unas situaciones alargadas hasta el aburrimiento, “El temor de un hombre sabio” no solo ensalza hasta la antipatía a su protagonista, un antihéroe adolescente que da igual los bretes en que le ponga su autor porque ya sabemos de antemano que saldrá airosos de los mismos merced a la estructura narrativa de la obra, sino que además las aventuras que protagoniza al lector avezado en el género fantástico no puede más que sonarle, ya alejado de la Universidad a lo J.K. Rowling donde se localizaba la primera novela, a refrito teen de los Leiber, Moorcock o Howard, por nombrar solo a tres autores referenciales.

En fin, seguramente as aventuras de Kvothe a mí me han pillado mayor y no me acabo de identificar ni con el personaje ni con el autor pero la pobreza argumental, de personajes  y de estilo de esta novela, me hace sospechar que si esto es de lo mejorcito que puede dar el género fantástico en los próximos años, el rasero de los expertos es realmente bajo o interesado.

Rothfuss es joven todavía y quizás no ha aprendido que por acumular más páginas se escriben mejores novelas. Espero que por él y por el bienestar de las articulaciones de su legión de seguidores que lo leen en los andenes del transporte público aplique esa lección en la próxima entrega. Yo, por el momento, me bajo de este carro desde ya.