lunes, 15 de octubre de 2012

“Quai d’Orsay: Crónicas Diplomáticas 2”, de Christophe Blain y Abel Lanzac.



Los habituales ya sabéis de mi debilidad hacia la obra del francés Christophe Blain, por lo que cuando Norma Editorial ha publicado la segunda (y. de momento, última) entrega de su última serie “Quai d’Orsay: Crónicas Diplomáticas”, el pastiche político en el que Blain y un camuflado Abel Lanzac desvelan las entretelas del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, no he tardado mucho en apropiármelo.
En esta segunda entrega, reencontramos con Arthur Vlaminck, el inexperto asesor de discursos del histriónico Alexandre Taillard de Vorms, el Ministro de Asuntos Exteriores francés. El atribulado e inseguro Arthur se ve envuelto en las mil y una trifulcas cortesanas en torno al ministro al tiempo que intenta hacer su trabajo asesorándolo en plena crisis internacional sobre la existencia de armas de destrucción masiva en el pequeño país árabe de Lousdem y, en el ámbito personal, sobrellevar una relación a distancia con su novia.
Escondiendo bajo seudónimo a las personas reales – el mismo Abel Lanzac que coguioniza la historia y aporta la materia prima se supone que es (o ha sido) un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores- Blain continua con su peculiar estilo irónico y sentimental construyendo su obra más realista, tomando como tema central la figura del ex ministro Villepin y, en este álbum en concreto, la postura francesa en torno a la crisis entre Iráq y Estados Unidos.

Blain es un autor que ha alcanzado hace tiempo su madurez creativa y cuenta con un abanico de recursos gráficos impresionantes que muy pocos autores contemporáneos pueden ni siquiera llegar a plantearse que le permiten acometer con la misma solvencia la realización de un libro de cocina que un álbum de La Mazmorra:Amanecer”.

Pulida la fórmula de “Quay D’Orsay” en su primer álbum, en esta segunda entrega, bajo la misma estructura seriada que viene practicando desde “Gus”, Blain desarrolla una historia más compleja en la que las diferentes subtramas – desde el motor de la historia centrado en la crisis con Iráq y EEUU a la pequeña intrahistoria sentimental de amores lejanos del joven Arthur tan constante en la obra de Blain, o las accidentadas anécdotas que este y sus compañeros protagonizan como consecuencia de la arrolladora y carismática personalidad del Ministro y se desarrollan en cada capítulo- se entrelazan con fluidez para acabar construyendo un descarnador y divertidísimo acercamiento satírico a los entresijos del poder que a más de un lector le hará meditar acerca de la improvisación de las decisiones trascendentales de nuestros gobernantes.

El tebeo, gráficamente, es una maravilla y muestra una variedad de recursos espectacular, aunque en esta ocasión no se aprecie ninguna novedad especialmente destacable que no apareciera en obras anteriores de Blain sino que este más bien profundiza en las innovaciones previas con espectaculares resultados dando una nueva lección de cómo utilizar los recursos gráficos para pasar sin disonancias de la hilaridad a la meditación romántica en apenas unas viñetas o jugar con la composición de página para caracterízar la vehemencia de los personajes haciendo desaparecer las separaciones entre viñetas. Blain es un maestro de la caricatura de lo que se aprovecha para caracterizar con una gran variedad de registros a todos los personajes incluyendo diversas metáforas gráficas que ayudan a distintos niveles al enriquecimiento de una historia que con una caracterización más convencional no alcanzaría la misma dimensión ni riqueza de referencias.
En definitiva, el segundo álbum de “Quai D’Orsay” mejora si cabe a su precedente y nos devuelve en todo su esplendor a uno de los mejores autores de cómics contemporáneos. No dejéis de disfrutarlo.