miércoles, 4 de julio de 2012

“Dorian Grey”, de Enrique Corominas.


Diábolo Ediciones ha publicado hace pocos meses en un cuidadísimo volumen la adaptación al cómic de la archiconocida novela de Oscar Wilde, “El Retrato de Dorian Grey”, último y esperado trabajo de Enrique Corominas, afamado ilustrador (a él se deben la mayoría de las portadas del catálogo de la editorial Gigamesh, incluidas las de la famosa saga “Canción de Hielo y Fuego”) y exquisito, pero esporádico, dibujante de cómics a lo largo de las últimas décadas.


La historia a estas alturas debería ser conocida por todos dada la cantidad de adaptaciones al cine y la televisión con la que cuenta, pero, por si acaso hay algún despistado, diremos que Wilde –y Corominas- relatan la historia del joven Dorian Grey, un bello y aristocrático joven, al que un amigo le hace un retrato. El joven Dorian a cambio de su alma logra mantener aparentemente su juventud y belleza inmortales mientras, a lo largo de los años, en su retrato escondido van reflejándose los estragos del tiempo y su vida depravada.

Tarea difícil y compleja la que tenía entre manos desde hacia años Corominas no ya solo por lo conocido del original sino también por las expectativas levantadas en torno a una obra anunciada desde hace tiempo y que incluso en algunos momentos se temió no viera finalmente la luz. Sin embargo, el autor ha logrado que la espera haya valido la pena y ha realizado una hermosa interpretación de la obra de Wilde, una delicatessen cuidada y esmerada hasta el último detalle en la que ha volcado todo su esfuerzo, incorporando su impronta al tiempo que se ha mantenido escrupulosamente fiel a la esencia de la obra y la intención original de Wilde en demasiadas ocasiones obviada en otras adaptaciones para potenciar los elementos más truculentos y comerciales del original.
Corominas se muestra como un narrador capaz y seguro de las posibilidades del medio que maneja aportando el original recurso de ir mostrando al inicio de cada una de las cinco partes en que organiza el cómic el progresivo deterioro del retrato de Dorian a modo de portadillas evitando de este modo el recurso fácil de mantener su secreto hasta el final para mantener la curiosidad malsana del lector. Corominas renuncia a un recurso tan obvio y desde el principio apuesta por embelesar al lector con el preciosismo de sus cuidadas acuarelas y el ingenio de los aforismos de Wilde sin renunciar por ello a sugerir antes que mostrar los demás aspectos presente al original e incluso ir incorporando modificaciones a su estilo o el color en función a lo narrado con lo que introduce a una narración clásica recursos muy en boga últimamente por la Nouvelle BD potenciando el resultado final que además se enriquece los distintos homenajes y referencias a distintos escritores, pintores y escuelas pictóricas que incorpora y que convierten la obra en un compendio de las principales corrientes y escuelas de la época.



En definitiva, “Dorian Grey” es un serio candidato a erigirse como el mejor cómic nacional del año, una delicatessen exquisita que actualiza y refuerza el original. El mejor elogio que puedo dedicarle a Corominas es pensar que al propio Wilde le hubiera gustado. Misión cumplida.