martes, 21 de febrero de 2012

“La Brigada de la Luz”, de Peter J. Tomasi y Peter Snejberg.



En casi todo, pero especialmente en esto de los cómics, hay autores que tienen más fama de la que merecen y otros que merecen más fama de la que tienen. Eso fue lo primero que se me ocurrió cuando terminé de releer el otro día “La Brigada de la Luz”, una extraña miniserie fantabélica (sí, el palabro me lo acabó de inventar) del sello Vertigo publicada en España hace ya unos cuantos años por Norma Editorial en un tomo unitario. Probablemente este tebeo si estuviera firmado por un Morrison o un Ennis gozaría de múltiples reediciones y ahora hablaríamos de otra obra de culto imprescindible, pero al estar firmado por un equipo creativo formado por dos esforzados de la industria de perfil bajo como son el guionista Peter J. Tomasi y el dibujante Peter Snejberg de los que ya hablé aquí y aquí la obra no ha merecido ni tan siquiera una reedición posterior. Y eso tampoco me parece justo.

La Brigada de la Luz” es uno de esas obras inclasificables (bueno, sí, fantabélico pero esa categoría no es muy fiable) de extraña combinación que fuerza las convenciones de los géneros para evitar así caer en los tópicos de siempre para ofrecer un producto mestizo fresco y, con todas las prevenciones del mundo, original aunque sus elementos por separado hayan sido explotados anteriormente hasta la saciedad. Un poco lo que fueron para el cine películas como “Predator” o “Abierto hasta el amanecer” y en el cómic series como “Powers”.

Así, en concreto, este tebeo que empieza como un bélico sobre la II Guerra Mundial con un inicio que recuerda a “La última partida” de Comès y emula a los que Joe Kubert se ha pasado más de media vida dibujando da un salto mortal a las primeras de cambio para sorprender al más pintado con una delirante historia de batallitas entre ángeles caídos, monjes con ballestas, soldados ungidos por Dios, nazis inmortales y reliquias sagradas. Una apuesta arriesgada, absurda y delirante que, sin embargo, los autores supieron sacar adelante con el suficiente oficio como para convertirla en una obra destacable más allá del olvido de los años.

Tomasi pasa de puntillas por el tratamiento de los personajes y sus motivaciones limitándose a esbozarlos dentro de arquetipos del genero bélico para centrarse en la fantástica historia de acción que se trae entre manos teniendo en cuenta que lo que a él le interesa principalmente es mantener entretenido al personal y dejando las disquisiciones en torno a lo estúpido de las guerras para otros menesteres. Por otro lado, al contrario que Ennis no busca la complicidad del lector con los continuos chascarrillos y guiños fáciles sino que es capaz de dotar de una mayor trascendencia y gravedad a sus personajes imbuidos como unos nuevos caballeros andantes –o superhéroes, como bien señala uno de los personajes- de una misión sagrada para pasar al desarrollo de la acción que es lo que realmente le interesa en un desarrollo propio de la más querida y honrosa serie B.

En el aspecto gráfico, Snejberg da una vez más muestras de solvencia tomando como referencia a dibujantes tan dispares como el aborrecible Steve Dillon o al maestro Kubert. Snejberg es un dibujante que ha hecho de la sobriedad su rasgo más característico y ha logrado una versatilidad que le permite acomodar su estilo a cualquier tipo de historia garantizando que si bien no va a asumir un protagonismo excesivo por sus soluciones gráficas tampoco va a desmerecer y va a resolver lo que le propongan con oficio. En “La Brigada de la Luz” riza el rizo y logra que no desentonen dentro del correcto marco bélico de la historia todos los demás elementos fantásticos que van apareciendo según Tomasi se va creciendo, incorporándolos con naturalidad al hilo de la trama sin que la historia pierda uniformidad y quedé convertida en un despropósito total.

La Brigada de la Luz” no es un cómic que busque trascender ni apabullar al lector con la brillantez de sus autores porque entre otras cosas no creo que esa sea su intención, no es rico en lectura ni hay que buscar matices referenciales. Al contrario es su asumido carácter de obra menor lo que asegura un buen rato de honrada evasión sin insultar la inteligencia de sus lectores. Solo por eso ya merece ser tenido en cuenta.