lunes, 26 de diciembre de 2011

“Los Mundos de Thorgal: Kriss de Valnor ¡Yo no olvido!”, de Yves Sente y G. de Vita.

Norma Editorial se ha animado a iniciar la publicación de “Los Mundos de Thorgal”, el spin off de “Thorgal”, una de las series más longevas y atractivas de la BD más comercial gracias al buen hacer durante años de sus creadores Van Hamme y Rosinsky. En principio, las aventuras de esta nueva serie están protagonizadas por distintos secundarios de la serie principal e intentarán aclarar puntos oscuros de sus biografías en un planteamiento interesante y que ha dado resultados satisfactorios en series similares como “XIII Mystery”. Sin embargo y a pesar de iniciarse la serie con el que se supone en principio debería ser un plato lo suficientemente atractivo para cualquier aficionado como es conocer el origen de la carismática Kriss de Valnor el resultado es enormemente decepcionante.

Tras su muerte, Kriss de Valnor despierta entre las walkyrias cuya reina la someterá en juicio para decidir cuál será su destino final. Para aclarar la ambigüedad de sus acciones la reina Freija pedirá a Kriss que rememore su pasado antes de cruzarse por primera vez con Thorgal Aegirsson, desde su primera infancia junto a una madre débil y su compañero maltratador hasta sus primeras aventuras de juventud tras dejar su aldea y su encuentro con un saltimbanqui al que ayudará a rescatar a su hija prisionera de un señor feudal y su deforme hija.

Está claro que el cómic no deja de ser también una industria en la que hay que asegurarse las habichuelas como sea, pero hubiera sido un detalle por parte de una editorial tan poderosa como Dargaud y unos autores tan contrastados como Van Hamme y Rosinsky el haberse pensado dos veces romper el misterio en torno a los orígenes de una de sus más atractivas creaciones, la mortal y seductora Kriss de Valnor, explicando su pasado. Siempre es conveniente dejar algo a la imaginación del lector, un reclamo que mantenga el hechizo y no romper la magia si no es con una historia que esté a la altura de la expectación generada.

El encargado de afrontar el reto es un guionista de la experiencia de Yves Sente que también se ha hecho con los guiones de la serie principal tras el abandono de Van Hamme. Sente se encuentra con un auténtico marrón al tener que contar a las primeras de cambio los orígenes de un personaje tan significado y que para más inri ha desaparecido en la serie principal tras lo narrado aquí y aun cuando tira de oficio y de mitología nórdica para explicar su reaparición no puede evitar que su solución resulte forzada e insatisfactoria y acabe lastrando todo el desarrollo de una trama tan correcta como pobre, convencional e innecesaria en la que evoca con poco tino tiempos mejores del universo thorgaliano.

Tampoco ayuda la elección en el apartado gráfico de un Giulio de Vita que sufre al intentar adaptar su propio estilo al de Rosinsky. De Vita no posee ni de lejos el talento del francopolaco y resuelve la papeleta como mejor puede sin alcanzar en ningún caso el nivel requerido resultando más dolorosa la comparación al estar la sombra del polaco presente en cada página y en cada viñeta.
Por mucha tapa dura que en Norma le pongan, este “¡Yo no olvido!” no deja de ser demasiado burda y elmental, lo que no anima a seguir el desarrollo de una serie que merecería una mayor implicación e interés a todos los niveles. Y es que los responsables de este despropósito deberían tener en cuenta que los lectores tampoco olvidamos.