miércoles, 21 de septiembre de 2011

“Africanus: El hijo del Cónsul”, de Santiago Posteguillo.

Tenía ciertos recelos a la hora de embarcarme en la lectura de la primera novela de Santiago Posteguillo. Por un lado, que la crónica de la II Guerra Púnica entre romanos y cartagineses me la conozco bastante bien desde mi tiempos de adolescente gracias a un buen profesor de Historia y a las novelas de Flaubert y Gisbert Haefs que agrandaron la figura romántica de Aníbal y de la exótica Cartago -sí, siempre he ido con los perdedores, qué le vamos a hacer…- hasta el infinito en mi impresionable imaginación. Por otro, que meterme un tocho de casi ochocientas páginas entre pecho y espalda y que solo es la primera parte de la dichosa trilogía con que nos asedian las editoriales sobre una historia poca dada a sorpresas, me daba un poco de pereza. Sin embargo, al final me animé, y la verdad es que he disfrutado con su lectura.

Posteguillo realiza su crónica de la II Guerra Púnica desde el bando romano, con lo que complementa bastante bien la novela de Haefs, centrándose en la novelización de la biografía del gran general que se opuso a Aníbal , Publio Cornelio Escipión, “El Africano”, personaje que a pesar de ser el vencedor siempre se ha visto empequeñecido literariamente ante la grandeza de la figura de Aníbal Barca y sus hazañas. En esta primera novela, Posteguillo narra la infancia y juventud de Publio, patricio hijo y sobrino de cónsules preparado desde la infancia para dirigir ejércitos y gobernar, en una Roma asediada y atemorizada por las victorias cartaginesas hasta su primera gran victoria en territorio íbero con la toma de Cartago Nova.

A Posteguillo se le nota literariamente cierta bisoñez, aunque va mejorando conforme avanza la historia, y me ha atrapado con el rigor histórico y la documentación que maneja para describir y desgranar el más minucioso episodio del enfrentamiento entre romanos y cartagineses -lo más parecido a una Guerra Mundial de la Era Antigua-, la civilización romana y el funcionamiento de sus ejércitos, así como de los distintos pueblos con los que rivaliza, mediante un estilo didáctico, directo y sencillo bastante alejado del de Flaubert o Haefs. Quizás cuando más se aleja Posteguillo de la base histórica y debe rellenar los huecos no documentados a partir de su imaginación cuando al sólido “corpus” de la novela se le notan más carencias, especialmente con una caracterización de la mayoría de los personajes bastante plana salvo la de Fabio Maximo, el senador romano más poderoso de aquel período y gran rival de los Escipiones, al que retrata como un sano y ambiguo conspirador frente a la nobleza algo simplona e irreal del resto de los personajes, y Plauto, el gran dramaturgo, a través de cuya biografía nos descubre la parte menos bonita de la vida de los ciudadanos corrientes romanos.

A pesar de sus defectos, la novela de Posteguillo me ha enganchado y no se me ha hecho pesada, siendo un excelente vehículo para acercarse a un período histórico apasionante para quién lo desconozca. Habrá que darle una oportunidad a las restantes novelas que, con un autor más asentado, no pueden más que mejorar. Ya os contaré.