lunes, 4 de julio de 2011

“El Héroe”, de David Rubín.

Astiberri publica el esperado nuevo trabajo de David Rubín, uno de los autores jóvenes que más interés y esperanzas ha despertado –al menos para un servidor- en los últimos años. Rubín, desde sus prometedoras primeras obras “La Tetería del Oso Malayo” y “El Circo del Desaliento” que le dieron a conocer, llevaba años instalado en un discurso menor y a mi entender un tanto autocomplaciente -“Cuaderno de Tormentas”, “El Monte de las Ánimas”- sin llegar a explotar todas las cualidades que insinuaba y que hacia desconfiar acerca de sus ambiciones.





Sin embargo, “El Héroe” viene a despejar las dudas y nos muestra a un autor que pese a su juventud ha alcanzado una inusitada madurez y conocimiento del medio, un autor osado y sin complejos que, a falta de la anunciada segunda parte, nos ofrece su mejor trabajo hasta la fecha.

Y eso que en principio Rubín parte en esta obra con una asumida desventaja. La del acercamiento a uno de los mitos griegos más conocidos –o al menos que todo el mundo cree conocer- de todos, los Doce Trabajos de Hércules gracias a la enorme cantidad de versiones, adaptaciones y referencias que el mito ha inspirado a lo largo de las generaciones. Sin embargo y, a pesar de ello, Rubín se crece ante el reto de aportar algo novedoso y ofrece SU versión en un rico crisol de referencias contemporáneas, incorporadas a la historia sin prejuicios, junto a su particular homenaje a sus propias y amplias influencias como autor y lector de cómics, desde la referencia expresa a Jack Kirby y el género superheroico a otras menos evidentes procedentes del manga (Toriyama, Otomo), el amerimanga (Bryan Lee O’Malley y su “Scott Pilgrim contra el Mundo”) y las últimas tendencias del cómic independiente norteamericano (“BodyWorld”, de Dash Shaw).

Sin embargo, todo ese ecléctico batiburrillo es sabiamente dosificado por Rubín para insuflarle nueva energía a la historia clásica a través de su profundo conocimiento de la narración gráfica para ofrecer un entretenidísimo tebeo que se asienta en un despliegue gráfico espectacular, basado en soluciones y composiciones cada vez más osadas, un auténtico festival de color pop (si el difunto Peellaert levantara la cabeza seguro que añadía a Rubín a su lista de amigos de Facebook), deslumbrantes onomatopeyas y escorzos cada vez más complejos y retorcidos que, meritoriamente, logran conforme avanza la historia hacernos olvidar de nuestro rol de lector adulto y resabiado para devolvernos a nuestra versión infantil, transmitiendo esa intensidad ingenua que tanto valorábamos cuando éramos peques y devorábamos, junto a la merienda, tebeos y tebeos de superhéroes.

Y es que a la espera de una segunda parte quizás más reflexiva acerca del concepto de héroe más allá de las espectaculares, brillantes y glamourosas aventuras que estos protagonizan, logra en este tebeo/novela gráfica una obra que gustará a todo tipo de lector. Tanto a los teóricos de la potencialidad del medio y el papel del autor, como de aquellos que solo esperan un saludable esparcimiento popular con el que pasar un rato entretenido. Un tebeo para que se lo pasen bomba niños de cero a noventa y nueva años.