martes, 30 de marzo de 2010

“Arzak Rhapsody 4”


Proseguimos con una nueva entrega de los fantásticos viajes de "Arzak"...

“Paquidermo”, de Frederick Peeters.

Frederick Peeters es un autor que ama incomodar al lector. Toda su obra está encaminada a crear desasosiego al lector sobre las distintas significaciones que dar a aquello que está leyendo, inseguridades sobre su nivel de inteligencia y preocupación por perderse en el marasmo de posibilidades que el simbolismo de Peeters encierra. Si en “RG” habíamos disfrutado del Peeters más convencional en una obra de espionaje (la intriga es una constante en la mayor parte de su obra) en “Paquidermo”, su última obra publicada con esmero por Astiberri, nos encontramos con una obra ambiciosa en la que da rienda suelta a todas sus obsesiones y simbolismos.

En la Suiza de los años 50, Clarice debe llegar a una clínica privada en la que está internado su marido quien acaba de sufrir un accidente sin embargo un elefante atropellado en medio de la carretera la impide llegar a su destino. Poca cosa para la preocupada esposa quien monte a través llegará a su destino para descubrir que el pintoresco hospital está poblado por extraños y peculiares personajes que la sumergirán en una rocambolesca historia de espías en la que está juego su propia vida.

Frederick Peeters no es un autor convencional apegado a formulas de éxito preestablecidas sino que en cada nueva obra pretende dar una vuelta de tuerca más a su habilidad narrativa en una decisión que le honra como artista pero que, en ocasiones, no están a la altura de las expectativas generadas. Eso ocurre con “Paquidermo", un tebeo que nos devuelve al Peeters más oscuro y hermético en su particular homenaje al “Recuerda” hitchcockiano y al universo surrealista de Boris Vian (por no irnos hasta “La Montaña Mágica” de Thomas Mann o los cuentos populares de los Hermanos Grimm) en un tebeo en el que nos propone un particular paseo por la mente inconsciente tan atractivo en su planteamiento como fallido en su resolución final aunque por el camino hayamos disfrutado de lo lindo de la mano de un autor que derrocha maestría a pesar de su juventud en su dominio de la narración gráfica.

Paquidermo” nos devuelve al mejor Peeters o al menos al que a mí más me gusta, un autor que mezcla con habilidad las certezas de la realidad con las fantasías oníricas en una obra en la que pretende dar una vuelta de tuerca a los arquetipos jungianos y demostrar que el velo entre unas y otras es tenue y engañoso y bajo la dura piel de paquidermo que es la mente Consciente existe todo un universo de ideas del Inconsciente dispuesto a ser exploradas y mostrarse a la menor oportunidad.

Peeters va construyendo una trama que se va enriqueciendo en la medida que va aportando piezas al lector para que solucione un rompecabezas del que poco a poco vamos conformando el dibujo para finalmente darnos cuenta que la pieza que debería dar sentido a todo el entramado nos ha sido hurtada por un autor que nunca se ha caracterizado por facilitar la vida a sus lectores o sencillamente ni él mismo la poseía esta vez, preso de su propia trampa, quedando algunas situaciones deslavazadas y sin explicar respecto a la trama principal que rodea a la protagonista, Clarice, una Cenicienta que intenta encontrarse a sí misma en medio de la elaborada fantasía propuesta por Peeters.

En el aspecto gráfico, nos encontramos con un Peeters en la mejor forma capaz de adaptar su estilo para trasladarnos con habilidad y elegancia toda la ambientación caduca propia de los años cincuenta (aunque en ocasiones juegue a retrotraerse un par de décadas más) con precisión realista e ir incorporando al tiempo los distintos símbolos que van apareciendo en la historia producto de la imaginación de la protagonista, fácilmente identificables y tomados directamente de series tan recomendables como “Ally McBeal” -aunque los bebés monstruosos de Peeters me receurden más a algún personaje de Charles Burns- o películas como “El resplandor” o “Big Fish”, símbolos que aparecen en la historia personajes que aparecen exagerados o caricaturizados para ir avisando al lector sobre lo inestable del terreno que pisa. Probablemente, las referencias cinematográficas sean más patentes en esta obra que en ninguna otra anterior de Peeters basándose en la caracterización de los personajes en actores como John Barrymore y Claudette Colbert, como bien señala Angux en El Hojeador, referencia, por otro lado, que el autor en ningún momento esconde –los personajes se llaman igual que los actores- y sirven para enriquecer aun más la obra. Por otro lado, Peeters da una auténtica lección tanto en el manejo de las elipsis y las transiciones logrando momentos de enorme belleza visual como en el tratamiento del color que, si ya sospechábamos excelente en las entregas de “RG", en “Paquidermo”, con un papel en condiciones, se muestra en todos sus matices.

En definitiva, “Paquidermo” se muestra brillante por momentos aun cuando el resultado final deja de resultar lo redondo que podríamos imaginar, quizás porque como otro maestro a la hora de intentar mostrar el lado inconsciente de nuestras mentes como es David Lynch, Peeters se pierde en su propia maestría, premeditadamente o no. Yo, pobre lector, no lo tengo nada claro. ¿Y vosotros?

Otras obras de Frederick Peeters en El lector impaciente:

Constellation
Lupus
RG 1: Riyard-sur-Seines