lunes, 14 de diciembre de 2009

“George Sprott 1894-1975”, de Seth.

Mientras el canadiense Seth ultima la segunda parte de “Ventiladores Clyde”, ofrece señales de vida tras unos cuantos años de sequía creativa (al menos en España) con “George Sprott 1894-1975”, una obra que originalmente se publicó seriada en “The New York Times”, editada primorosamente por Mondadori. Y es esta una buena noticia porque si “George Sprott 1894-1975” aunque no aporte novedades argumentales dignas de mención dentro del imaginario de Seth sí que gráficamente muestra la evolución de un autor inquieto y comprometido con el medio que ha elegido.

En esta obra, parte de la narración de las últimas horas de vida de George Sprott, un veterano locutor de televisión en una olvidada emisora local de televisión canadiense en la que, durante décadas, realizó un programa sobre la exploración del Ártico, desarrollando, además, a partir de las entrevistas a distintos personajes una visión global de la vida de Sprott, con sus luces y sombras, a través de sus experiencias, los lugares que frecuentó y las personas con las que se relacionó.

Seth es un autor moderno obsesionado con el “tempus fugit” medieval que explora en su obra la reflexión poética ante la melancolía y el Olvido en un delicado equilibrio entre forma y contenido, y manteniéndose siempre a un paso de la depresión. En esta obra en concreto, conceptualmente podemos comprobar como Seth ofrece más de lo mismo en la que es obra más elaborada y sutil , que se convierte en una honda y sensible reflexión acerca del olvido que provoca el paso del tiempo a través de las experiencias de un antihéroe gris, George Sprott, un personaje entrañable con el que el lector simpatizará a pesar de sus flaquezas y al que vamos conociendo conforme avanza la lectura de la obra, a través de anécdotas seleccionadas de su biografía y el testimonio de una variopinta galería de personajes secundarios que de un modo u otro se relacionaron con él o sus vidas se vieron afectadas de algún modo, más o menos directo, por el protagonista. George Sprott aglutina en su persona y certifica con su muerte capítulos de la historia humana – los programas locales de televisión, las salas de conferencias, la exploración ártica- que, una vez superados, están, como su persona (y la de todos nosotros, por otro lado), destinados a desaparecer y ser olvidados perdurando sólo en el recuerdo de los que los conocieron, dejando clara la vocación del autor canadiense por reflejar un pasado superado en su obra.

Precisamente, a pesar de su evidente gusto hacia el pasado, Seth es un autor enormemente inquieto a nivel formal que se muestra al tanto de las últimas tendencias narrativas dentro del cómic. En ese sentido, la influencia de Chris Ware y su “Jimmy Corrigan” en esta obra resultan evidentes aunque Seth es capaz de imprimir un sello propio a la historia que la distingue y la hace atractiva al lector más allá de la fría perfección formal de Ware (por otro lado, buscada por este en su obra). Seth dota de un intimismo especial a su obra en la descripción de los personajes y los lugares, centrándose en la descripción de los detalles y los pequeños objetos cotidianos a los que dota de una simbología cuya significación queda a la interpretación del lector en un discurso tranquilo y pausado que no busca apabullar al lector y cuidando la recreación de los silencios y las pausas (algo en lo que no hay duda que Seth es un maestro) e intentado evitar efectismos superfluos. Seth construye elegantes composiciones de página en las que pasa con fluidez de pequeñas viñetas en las que apenas introduce ligeras variaciones en la expresión de los personajes a viñetas que ocupan páginas enteras que reflejan la inmensidad vacía de las extensiones árticas sin estridencia en una demostración más de su enorme talento. Seth construye una narración enormemente coherente a pesar del carácter seriado de la serie manejando con habilidad los distintos lapsos temporales en los que desarrolla la obra y mostrando un sentido del humor irónico e inteligente, hasta el momento bastante ausente de su obra, en la que convierte su condición de narrador omnisciente en el principal objeto de la broma que propone al lector contraponiéndolo al dramatismo de lo narrado. Cada viñeta, de este modo, se convierte en “George Sprott 1894-1975” en la tesela de un mosaico sin la cuál el conjunto carecería de sentido mostrando el dominio absoluto de la narración gráfica que pocos autores alcanzan en toda su carrera pero que en el caso de Seth sólo sirve de acicate para esperar con ansia sus nuevas obras.

George Sprott 1894-1975” es sin duda uno de los mejores tebeos del año, aunque no sea un tebeo probablemente disfrutable para todos los públicos y todas las edades, de un autor en estado de gracia. Ideal para releer en frías tardes de invierno con Leonard Cohen sonando de fondo. Hagan la prueba.