martes, 7 de julio de 2009

“Guerra Mundial Z” de Max Brooks.

En un género tan sobreexplotado como el terror resulta muy difícil innovar. Por un lado, porque hay cierto punto fetichista en los autores de intentar escribir su propia versión de los iconos que a lo largo de su historia ha ido ofreciendo el género y que como lectores les sedujeron y, por otro, cierta tendencia de un núcleo duro de lectores entendidos que esperan que los autores se ciñan a unas reglas y convenciones prefijadas. Todo ello da lugar a un empobrecimiento paulatino del género, lastrado por una endogamia que lo va debilitando como consecuencia de la abundancia de obras clónicas, de mayor o menor calidad literaria, pero que a la larga tienden a ofrecer una y otra vez el mismo cuento sin apenas variaciones.

Por estos motivos, en este anquilosado panorama, cuando surge una propuesta en la que un autor es capaz de encontrar un nicho todavía poco explorado sin subvertir las convenciones sagradas para el lector, nos encontramos ante una obra a destacar llamada a convertirse en referencial y, por extensión, a ser imitada y fagocitada hasta la saciedad. Es lo que va a ocurrir con esta “Guerra Mundial Z”, escrita por el hijo de Mel Brooks, Max.

Max Brooks aporta al hasta hace poco monótono universo de lo zombi (subgénero este que está viviendo en los últimos años una auténtica “edad dorada” en todos los medios) una historia, en la que prima sobre el terror y la dosificación de la tensión, la recreación de una realidad posapocalíptica en la crónica de unos hechos que ya son pasado. Crónica que Brooks inteligentemente (y esta es la otra gran novedad de esta obra respecto a otras del género) construye a través del testimonio de los supervivientes a la guerra mundial entre la Humanidad y los zombis, supervivientes que van relatando al autor parte de sus experiencias personales durante distintos períodos del conflicto mediante entrevistas, alejándose por tanto del habitual relato de la experiencia novelada de un único superviviente –o pequeño grupo de estos- tan gastado. Brooks organiza con habilidad esos pedazos de intrahistorias, recopilados a lo largo de los cuatro rincones del planeta, sin olvidarse de localizaciones tan exóticas como las profundidades marinas o el espacio, para reconstruir la línea temporal de unos hechos inventados tan ricos en detalles y datos que a veces pueden llegar a apabullar al lector. Brooks mima el retrato de los distintos personajes inventados, antihéroes su mayor parte o incluso directamente villanos, consciente que sólo a partir de lo hábil que se muestre en dotarles de personalidad propia le será posible mantener la ilusión de realismo. Brooks cede el peso de la narración y el protagonismo al coro de sus personajes, dejando que los detalles y el horror queden a la imaginación del lector y ciñéndose a unos cuantos hechos cruzados referenciales, que dotan de coherencia a todos los relatos. “Guerra Mundial Z” se aleja por tanto de la estructura habitual de las novelas de zombis, quedando estos hasta cierto punto en un segundo plano como una amenaza ya superada, para acercarse más a los mecanismos de la crónica periodística y las novelas de catástrofes en un experimento que a Brooks, le sale bien ogrando un libro entretenido, fresco e inteligente que más allá de la falsedad de la premisa inicial, ofreciendo una sensación de plausibilidad que enganchará a todos aquellos lectores capaces de acercarse a ella sin prejuicios y jugar al juego que el autor plantea.

Guerra Mundial Z” es una buena noticia para el género del terror y aunque en ella haya realmente muy poco novedoso demuestra que desde la mixtura de géneros se pueden ofrecer nuevas posibilidades a corto plazo al mismo. Otra cosa, es si este tipo de obras, sobrevivirán al futuro y se convertirán en clásicos pero eso sólo el tiempo lo dirá. La edición de la pequeña, joven y ecléctica editorial Almuzara resulta correcta aunque quizás podrían haber optado por un papel de mejor calidad demasiado rugoso para mi gusto dado el precio del libro.

Alfons Figueras (1922-2009)

Me entero tarde, como casi siempre tarde a través de La Cárcel de Papel, de la muerte el pasado domingo de uno de nuestros históricos de la Historieta, probablemente uno de los pocos que quedaban vivos de la generación que empezó a publicar en la posguerra, Alfons Figueras. Autor de dilatadísima trayectoria, destacando su labor sobre todo en Bruguera, para la que creó una enorme cantidad de personajes entre los que destacaron “Topolino, el último héroe” y “Aspirino y Colodion”. Figueras demostró en el conjunto de su obra un sentido de la narración gráfica innato y se mostró siempre como un autor especialmente dotado para el gag humorístico destacando por apostar por el humor surrealista en una época en la que este no estaba especialmente de moda.

D.E.P.