martes, 16 de junio de 2009

“Las aventuras imaginarias del Joven Verne 1: La puerta entre los mundos” de Pedro Rodríguez y Jorge Garcia.

Para un lector como yo que dio sus primeros pasos en esto de la ciencia ficción leyendo la obra del no siempre suficientemente reconocido Julio Verne era casi compra obligada este primer álbum de “Las aventuras del Joven Verne”, una obra del guionista Jorge Garcia y el dibujante Pedro Rodríguez que viene avalada por haber logrado el I Premio Joseph`Coll de la Asociación Profesional de Ilustradores de Cataluña.

Y lo cierto, es que tras su lectura, las sensaciones son contradictorias porque aunque la obra resulta impecable en su presentación creo que en último extremo no conecta demasiado, al menos en esta primera entrega, con el universo creado por el autor de “La vuelta al Mundo en 80 Días”, "20.000 leguas de viaje submarino" o "Viaje al centro de la Tierra" y encuentra referencias literarias más evidentes en la obra de Mark Twain, Charles Dickens, Daniel Defoe o Alexandre Dumas que tampoco son moco de pavo. Les cuento.

El joven Jules Verne se encuentra de vacaciones disfrutando del barquito de sus padres y realizando junto a su hermano Paul y su prima Caroline excursiones por las numerosas islas que pueblan el curso del Loira. En una de ellas, los tres amigos descubren los restos de unas antiguas ruinas lo que despierta la imaginación desbordante del joven Verne quien cree ver un fantasma y decide organizar, a modo de juego, un antiguo rito celta en. La Noche de Todos los Santos para ver que les depara el futuro. Sin embargo, el encantamiento sale mal y la hermana pequeña de Verne, Anna, enferma gravemente. ¿Ha enfermado Anna como consecuencia de la metedura de pata de Jules?¿Existe realmente un fantasma?¿Conocerá el joven Jules lo que le deparará el futuro?¿Y podrá cambiarlo? Nada, ya saben, si quieren saber más a leerse el cómic.

Lo que más me ha gustado “La puerta entre los mundos” es un álbum que se nota muy trabajado y la clara apuesta que realizan sus autores por dirigirse a un público infantil y juvenil que en muchos casos está siendo dejado de lado por los autores de cómics quienes optan por obras con un tratamiento más adulto (aunque no necesariamente dirigidas a un lector adulto al igual que este álbum no está dirigido exclusivamente a un lector infantil). Además, se nota el esfuerzo por parte de los autores de documentarse obsesivamente tanto en la biografía de Verne y su época como en el estudio de las reacciones de sus personajes para que estas resulten propias de unos niños –o jóvenes- del siglo XIX, lo que dota a la historia de una enorme verosimilitud a pesar de estar llena de elementos fantásticos. La historia, que resulta agradable de leer y está resuelta con sencillez, encantará a un lector joven y poco familiarizado con la obra de Verne pero aquellos que como yo que se hayan sentido atraídos por la utilización del escritor francés pueden sentirse decepcionados ya que las referencias a la obra de este y a su particular y visionario universo son más bien escasas quedando, además durante demasiadas fases de la historia, el protagonismo de este eclipsado. Algo muy curioso, ya que parece claro que Jorge Garcia y Pedro Rodríguez conocen a los grandes autores del XIX y toman elementos prestados de ellos para construir su historia pudiendo rastrearse ecos en este álbum de apenas 48 páginas de clásicos que van desde “Las aventuras de Tom Sawyer” a “Grandes Esperanzas” o “Cuento de Navidad” sin olvidar otros referentes más evidentes como “El conde de Monte Cristo”o “Robinson Crusoe”.

Si quizás argumentalmente la historia a un lector adulto puede resultarle decepcionante, en el aspecto gráfico ningún aficionado al cómic debería dejar pasar este álbum porque Pedro Rodríguez es todo un descubrimiento. Un artista con un estilo moderno y personal que da con el tratamiento naif justo que la historia requiere al tiempo que es capaz de incorporar a la historia preciosas localizaciones costumbristas sin que por ello el sentido de la narración se resienta, antes al contrario, ya que todos los elementos incorporados por Rodríguez están ideados para enriquecer la historia principal. Rodríguez se muestra como un dibujante completo y maduro, preocupado especialmente con el tratamiento del color, muy logrado, para conseguir la creación de atmósferas y la introducción de largos flashbacks sin que parezcan, cuidadoso en el tratamiento de las perspectivas y logrando que sus personajes sean casi tridimensionales, algo bastante complicado y que no está al alcance de muchos. Un dibujante estupendo cuyo trabajo por sí solo hace que merezca la pena la compra del cómic.(A ver donde encuentro su anterior obra “Omar”….).

En definitiva, “Las aventuras imaginarias del joven Verne” es una serie con todos los elementos para triunfar en el mercado europeo. Esperemos que tenga suerte y podamos disfrutar de nuevas entregas que, argumentalmente, y asentadas sus bases con este primer álbum, nos ofrezca propuestas más arriesgadas ya que los autores demuestran sobrados recursos para ello. Y, sobre todo, sirva para reivindicar y dar a conocer entre los más jóvenes a ese genio de la literatura que fue Julio Verne, como en su momento hicieron con mi generación y las anteriores autores como Fuentes Man, Victor Mora, Ángel Pardo en las míticas "Joyas Inmortales Juveniles".

La edición de Glénat es más que correcta y complementa la historia con un relato titulado “Un extraño suceso” en el que los autores describen un hipotético encuentro entre ellos y el Joven Verne. Delicioso.

Una interesante y completa entrevista a Pedro Rodríguez, aquí.

Chris Ware y las viñetas.

Medaris: ¿Cuál consideras como la mejor viñeta aislada que has dibujado hasta la fecha y cómo servía a tu narrativa?

Ware : Realmente no pienso en mis cómics en términos de viñetas aisladas, una viñeta es como una frase o incluso como una sola palabra, y al sacarla de contexto pierde interés; es lo que está antes y lo que viene después lo que hace que funcione y tenga algúna fuerza emocional, con suerte. Tampoco quiero hacer que ninguna imagen aislada tenga un peso estético especial salvo que sea por una razón muy específica; encuentro que tratar de dar por mi parte demasiada elocuencia expresiva visual, no sólo distrae de la lectura de la historia, sino que puede animar al lector a “demorarse” en una imagen y estudiar mi técnica de dibujo (lo que también, por supuesto, es una ventaja, aunque ya no lo empleo tanto).Es la diferencia entre leer una historia potente en su forma manuscrita original (con todas sus correcciones y tachones y escritura frenética) y leer una versión cuidadosamente mecanografiada; la historia por sí misma puede que comunique algo con gran violencia y confusión, pero esa confusión se transmite a través del significado de las palabras, no del desorden de la escritura a mano. (Supongo que eso se relaciona con tu anterior pregunta, si puedo decirlo sin caer en la pedantería.)Dicho todo esto, la expresividad de la línea es el aspecto del cómic que potencialmente puede separarlo de los otros medios, y muchos otros artistas la usan consiguiendo un gran efecto. Sin embargo, de momento, yo todavía estoy tratando de aprender cómo contar una historia.Por último, he hecho historias en las que creo que de algún modo he tenido más éxito que con otras, ciertamente, pero soy supersticioso a la hora de mencionarlas; además, está un poco feo señalar algo como los “favoritos personales”; de cualquier modo, los autores de cómic son un poco crédulos respecto a su propia importancia, y no hay necesidad de alimentar eso.
(Extracto de una entrevista concedida por Chris Ware a David Medaris en 2006, gentilmente traducida por el Tío Berni para EntreCómics. Si quieren leer la entrevista completa pueden hacerlo aquí).