lunes, 25 de mayo de 2009

“El príncipe de la noche” de Yves Swolfs

Hay que reconocerlo los aficionados a los vampiros estamos de capa caída. .Frente a la cantidad (y calidad) de cómics, libros y películas que últimamente han convertido al zombi en el monstruo de moda, los adictos a los no muertos nos hemos tenido que contentar en los últimos años con obras empeñadas en la actualización macarra tipo “Blade” (traicionado de paso el espíritu de ese excelente cómic que es “The tomb of Drácula” de Gene Colan y Marv Wolfman”), o con películas con guiños estéticos a la ciencia ficción de moda ("Matrix") en el momento (“Underworld”) hasta tocar fondo con la tontería suprema que ha significado la obra de Stephenie Meyer, de la que ya escribí en su momento por aquí, y su traslado a la gran pantalla para consternación de los aficionados a lo vampírico de toda la vida y satisfacción de adolescentes en plena revolución hormonal.

Los seguidores de Stoker, King, Polidori, Le Fanu o Rice estábamos de colmillo caído esperando el estacazo final cuando, de la mano de Glénat, ha aparecido “El príncipe de la noche”, de Yves Swolfs, una obra que nos reconcilia con el género que nos hace disfrutar de nuevo de una historia de vampiros como debe ser.

Y es que el belga Yves Swolfs, a lo largo de los seis álbumes que componen el integral de Glénat no necesita de giros efectistas ni innovaciones gratuitas para mantener la atención del lector sino que, simplemente, utilizando las convenciones propias de la literatura vampírica que los grandes escritores, citados en el anterior párrafo, fijaron en nuestro imaginario colectivo y una imaginería romántica, junto a la recreación de la atmósfera propia de la de las películas de la Hammer, le bastan para construir una historia sólida que describe el enfrentamiento a lo largo de los siglos entre el malvado y seductor vampiro Vladimir Kergan y sus bellas y pérfidas pupilas contra la maldita estirpe de los Rougemont, cuyos miembros intentan destruirle por todos los medios aun a costa, generalmente, de sus vidas. Un enfrentamiento que Swolfs desarrolla hábilmente a través de flashbacks en forma de pesadillas o lecturas del otro protagonista de la historia, Vincent Rougemont, el último de su estirpe que en los albores del nazismo protagonizará el último enfrentamiento contra Kergan.

El príncipe de la noche” es una historia que se ajusta perfectamente a las características de ese gran dibujante que es Yves Swolfs, quien despliega una enorme cantidad de recursos para ambientar una historia de corte clásico, destinada a no convertirse en presa de las modas. Swolfs define perfectamente a los personajes y las distintas localizaciones en las que va transcurriendo la historia sin dejar demasiado espacio a la innovación ni a la originalidad pero quizás, por eso mismo, haciendo su lectura más agradable y atrayente. Swolfs sabe captar ese elemento gótico recargado que una historia de vampiros requiere, adoptando en muchos momentos incluso ese modo indirecto de narrar a través de una carta o un manuscrito que tan bien se explotó en la literatura gótica. Swolfs aparte de dominar el dibujo de cualquier tipo de localización apoyado en un trazo fino que deriva en un estilo elegante y perfeccionista propio de la escuela franco belga clásica, se muestra como un hábil dibujante de la figura humana, especialmente la femenina, dotando a sus vampiresas de todo el erotismo que una buena historia de vampiros requiere. Swolfs no oculta su utilización de modelos humanos como Vanessa Paradis o el popular actor francés Jean Gabin, para dotar de mayor realismo a sus personajes sin que ello suponga merma de su virtuosismo técnico.
Podemos decir sin temor a equivoco que los seis álbumes divididos en dos ciclos que componen el integral de “El príncipe de la noche” son quizás la mejor obra de ese polifacético –no en vano compagina sus cómics con su labor como guitarrista del grupo de hard rock Lazare- autor que es Yves Swolfs, con permiso de su western, “Durango”, y en la que da lo mejor de sí en su doble vertiente de dibujante y guionista.

En cuanto a la edición de Glénat, resulta bastante correcta y ajustada en cuanto a la relación calidad-precio, mejorando la de los últimos integrales que venía editando últimamente. Personalmente, creo que el papel –aun siendo mejor que el de obras anteriores como “El triángulo secreto”, insisto- no hace justicia a la estupenda labor de coloreado de Sophie Swolfs ni al dibujo de Yves que, aun así, resulta espectacular.

En definitiva, “El príncipe de la noche” es una excelente historia de vampiros que nos reconcilia con un subgénero que últimamente andaba de capa caída, y deja con ganas de más. Habrá que ver si Swolfs se atreve con un futurible tercer ciclo o prefiere dejar la obra tal y como está. El tiempo lo dirá.

Otras obras de Yves Swolfs en El lector impaciente:

Durango 1”.