martes, 21 de abril de 2009

“Batman: Justicia Ciega” de Sam Hamm, Denys Cowan y Dick Giordano.




Aprovechando que Planeta está en pleno proceso de recuperación de las sagas “clásicas” del Hombre Murciélago que ya publicara hace años Zinco (estas recuperaciones están muy bien pero habiendo tanto material interesante sin publicar optar por este no me parece la mejor opción. ¿Ya nos hemos olvidado de esos “Archivos de Batman” donde iban a publicar a Marshall Rogers? Brrr…), desempolvo de mi colección los números de Batman: Justicia Ciega para releer esta historia del Hombre Murciélago, que en su momento sirvió para conmemorar el cincuentenario de la creación del Detective y los 600 números de la veterana cabecera, “Detective Comics”.

Cuando Batman, se enfrenta a un nuevo villano dotado de tecnología sónica llamado Quebrantahuesos no podía imaginarse que se encuentra ante una enorme conspiración que puede poner en jaque todo aquello por lo que llevaba años luchando ya que el misterioso y aparentemente inmortal villano no es más que la punta del iceberg de un plan que puede acabar con la riqueza y el buen nombre de Bruce Wayne. Una situación que se complica todavía más cuando Wayne se ve inmerso en una crisis amorosa y en Gotham se encuentra uno de sus antiguos mentores, capaz de deducir gracias a su prodigiosa mente quién se esconde debajo de la máscara del Murciélago y hacerlo público. ¿Quieren saber más? Tendrán que hacerse con el cómic.
Tengo que reconocer que he disfrutado como un niño de la lectura de este tebeo. Probablemente, porque soy un lector viejuno y añoro un modo de escribir cómics de superhéroes que convertía las sagas de tres o cuatro números en todo un acontecimiento en la trayectoria del personaje y detesto los actuales en los que una historia anodina se estira durante años hasta perder todo sentido. Sam Hamm, guionista de cine, se adelantó varios años al fenómeno JMS y el posterior desembarco masivo de guionistas televisivos, escribiendo esta historia aprovechando una huelga de guionistas cinematográficos y el crédito conseguido ante Denny O’Neill, el por entonces editor del personaje, al guionizar la primera película sobre el personaje de Tim Burton.

Hamm aporta una visión de Batman en la que le da un mayor protagonismo a Bruce Wayne del que era habitual en la época, alejándose en parte de la revisión justiciera que había puesto de moda unos años antes Miller en “Batman: Año Uno”, al tiempo que construye una trama compleja con altos componentes de intriga y ciencia ficción, ligera y entretenida de leer en la que, quizás, se nota en exceso la falta de familiaridade Hamm con el medio que hacen en algunos momentos el desarrollo de la historia resulte un tanto confuso (ignoro si se acabó la huelga de guionistas antes de tiempo pero la historia hubiera quedado mejor con un episodio más) debido a la cantidad de elementos con que Hamm enriquece la historia pero que suple con el entusiasmo con que va concatenando situaciones sin dar respiro al lector que tiene asegurado un buen rato de entretenimiento.

En el aspecto gráfico, nos encontramos con un Denys Cowan que se ve beneficiado por el entintando de Dick Giordano y Frank McLauglin logrando como resultado una versión de Batman a medio camino del canon impuesto por Neal Adams y su propio trabajo en “The Question” que, aunque a mí personalmente no me acaba de convencer resulta eficaz en lo narrativo aunque, en ocasiones, se le note superado por el ritmo de locomotora que impone el novel Hamm a la historia.

No sé como será la nueva edición de Planeta pero “Justicia Ciega” gustará, a pesar de sus defecto o precisamente por ellos,s a todos aquellos, que busquen en un cómic pasar únicamente un buen rato. Con “Justicia Ciega” lo tienen asegurado.

J.G. Ballard (1930-2009)


Se nos murió el domingo otro de los grandes nombres de la ficción del pasado siglo, J. G. Ballard, quién supo reflejar como pocos las tensiones del hombre contemporáneo en novelas llenas de tensión en las que se asomó como nadie al borde del abismo de nuestras sociedades, antes de que muchos percibieran sus peligros.

Antes de recibir el aplauso del público mayoritario gracias a “El imperio del sol”, basada en parte en sus recuerdos de infancia, ya nos había dejado unas cuantas novelas indispensables para entender y retener lo que fue la segunda mitad del siglo XX. Novelas como “El mundo sumergido” o “La sequía”, en la que anunciaba con varias décadas de antelación los peligros del cambio climático que Al Gore y los telediarios nos recuerdan hoy diariamente, o novelas como “Rascacielos”, “Crash” y “La isla de cemento” en las que retrató como nadie las soledades que se ocultan tras la máscara de las convenciones. Mi favorita, quizás más allá del mal rollo que produce la mencionada “Crash” (aunque siempre menor que el que amplió ese Curro Romero que es David Cronemberg, es “Compañías de sueño ilimitada” en la que el escritor disecciona las figuras mesiánicas como nadie.

De su obra posterior, en la que Ballard coqueteó con tramas más cercanas al thriller, conozco poco más allá de la interesante “Noches de cocaína”, novela interesante pero en la que empecé a notar cierto cansancio en un autor del que siempre espere lo máximo.

El mejor homenaje a un autor es leerle. Así que en cuanto encuentre un hueco en mi lista de lecturas pendientes, me pondré con algunos de las últimas novelas o la biografía de un hombre peculiar que no sólo se dedicó a escribir y a ver la vida desde fuera, sino que también la vivió intensamente.

D.E.P.