domingo, 8 de marzo de 2009

“Las serpientes ciegas” de Cava y Seguí.


Hay temas que por su sobreexplotación por parte de autores de todas las disciplinas a lo largo de los años provocan una cierta desconfianza al pensarse, con cierta razón, que se encuentran más que agotados y lo que antes era un fértil campo se ha convertido en seco erial (toma imagen agropecuaria). Uno de esos temas, es el de la Guerra Civil Española, que a lo largo de los últimos setenta años ha dado excelentes obras pero en el que cada vez resulta más difícil salirse de los tópicos y los lugares comunes a los autores. De esta sobreexplotación de la Guerra Civil no ha sido ajeno el mundo del cómic donde se han publicado algunas estupendas, como “No pasarán” de Giardino, “Las falanges del Orden Negro” de Christin y Bilal, o “36-39: Malos tiempos” del maestro Carlos Giménez (¿para cuándo esa nominación al príncipe de Asturias?) lo que presuponía poco espacio ya para la sorpresa y la novedad. Sin embargo, han tenido que llegar Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí para desmantelar esa impresión con un álbum colosal llamado a convertirse en uno de los mejores del año y quizás de la década, sólo un escalón por debajo del extraordinario “Trazo de Tiza” de Miguelanxo Prado, con el que, como bien señala Eduxavi en su entrada en Trazos en el bloc, guarda no sólo alguna similitud estética, sino también añadiría yo, argumental en la brusca sorpresa que encierra el álbum en su último capítulo.

Las serpientes ciegas” es una historia de venganza, derrota y encuentros que incorpora al realismo sucio de la historia medidos toques de fantasía y thriller que lograrán sorprender al lector. La historia arranca en el Nueva York deprimido de 1939 donde llega un misterioso personaje en busca de Ben Koch, un tipo descreído a base de los golpes recibidos por la vida, de incierto pasado, antiguo combatiente en las Brigadas Internacionales, al que debe obligar a saldar una vieja deuda. Conforme avanza la historia, iremos descubriendo cuál es el vínculo entre Koch y el misterioso personaje, una relación que tiene mucho que ver con un antiguo conocido de Koch, Curtis Rusciano, y una época y una guerra en la que unos pocos mediatizaron el idealismo romántico de muchos en función de fríos posibilismos políticos.

Felipe Hernández Cava es, probablemente, uno de los mejores guionistas de cómics que ha dado este país y, por desgracia, uno de los menos prolíficos. Pieza fundamental de “El Cubri”, hacía tiempo que le tenía perdida la pista. En este álbum, Cava nos envuelve en una historia milimétrica en la que pone en tela de juicio los liderazgos y los idealismos, reflexionando sobre los peligros de las ideologías llevadas a sus últimas consecuencias, a través de un puzzle absorbente, perfectamente engarzado, con una excelente y documentada localización de lugares y tiempos. Así, la historia avanza por la década de los treinta desde el Nueva York en el que Partido Comunista Americano intentaba dar sus entusiastas y titubeantes primeros pasos pasando por la Barcelona republicana de la Guerra Civil inmersa en sus luchas internas a las penalidades de la Batalla del Ebro. La historia pergeñada por Cava se encuentra en la línea de la excelente “Soldados de Salamina” de Javier Cercas, salvando la distancia obligada de los medios, obra con la que comparte buena parte de sus inquietudes. El guionista estructura la historia en siete capítulos de ocho páginas cada uno en los que se realiza una narración paralela simultánea en la que los capítulos pares son flashbacks que sirven de explicación pausada de los hechos que van desarrollándose en el momento presente. Cava imprime a la historia un ritmo lento y autocontenido, convirtiendo a los protagonistas de las narraciones paralelas, el hombre de rojo y Ben Koch, en los narradores de sus propias historias logrando de este modo una mayor implicación del lector que se convierte en testigo de las confesiones de los protagonistas.

El trabajo de Cava se encuentra perfectamente complementado por la labor del veterano Bartolomé Seguí, un autor de amplia trayectoria desde sus trabajos en “El Jueves”, “El Víbora” o “Nosotros Somos Los Muertos” hasta sus últimos álbumes como “El Sueño de México”. Seguí es un dibujante de composición precisa y sobria, que pone todo su talento al servicio de la narración, dando a la historia el tono gris, apagado y difuminado que necesita mediante un excelente uso del color con el que nos sorprende en este álbum, abandonando su tradicional blanco y negro. Seguí localiza perfectamente la historia y envuelve los escenarios de un halo misterioso y sórdido que impregna cada una de las viñetas al tiempo que dota de una mayor humanidad algunos de los personajes secundarios, como Red. En la obra, encontramos referencia a autores dispares que van desde el ya mencionado Miguelanxo Prado y su “Trazo de Tiza” o el Loustal de “La sangre de los asesinos” –tanto para Angux- en la ambientación, o al Frank Miller, de “Sin City”, a la hora de resaltar mediante el uso del color la importancia de un determinado personaje y su posición antinatural dentro de la historia, recursos que Seguí hace suyos de una manera personal para encontrar soluciones perfectas con las componer la atmosfera que la historia pergeñada por Cava requiere en una excelente muestra de complementariedad.

Me gustaría destacar, además, la edición de la editorial BDBanda, a la que no puede ponerse ningún pero, aprovechando la ya realizada en Francia por Dargaud.

En definitiva, “Las Serpientes Ciegas” es un álbum para leer y releer, una obra redonda, que se sitúa entre los mejores cómics españoles de los últimos tiempos y que deja con ganas de más. Menos mal que ya se anuncia la continuidad de la pareja creadora en un nuevo proyecto, “La niebla sin nombre”, que ya espero ansioso.

Blog y página personal de Bartolomé Seguí.
Entrevista a Felipe Hernández Cava.
Excelentes reseñas en la Blogosfera:

Día de la mujer trabajadora...

...Manel define lo que ahí perfectamente en su chiste de hoy. Ojalá llegue el Día en que no sea necesario celebrar esta fecha porque no quede nada que reivindicar. Mientras tanto, a no imitar a los jaimitos de ahí arriba, compadres.
¡ Felicidades a todas!