miércoles, 21 de mayo de 2008

“Canción de Hielo y Fuego IV: Festín de Cuervos” de George R.R. Martin

Por fin, terminé la nueva y esperadísima entrega de “Canción de Hielo y Fuego” la, para muchos, mejor serie de fantasía heroica de los últimos tiempos y, aunque la novela se deja leer y está por encima de la media de las obras que ofrece este subgénero, se deja notar el desgaste de la saga o del autor (todavía no lo tengo muy claro).

Martin señala en su blog que la confección de la cuarta novela le resultó tan complicada que se vio obligado a dividirla en dos libros el segundo de los cuáles debe estar a punto de aparecer en los Estados Unidos el próximo mes bajo el título de “A Dance Of Dragons” y del que “Festín de Cuervos” sería la primera entrega. La estructura característica de la obra dividida en capítulos en los que se va narrando la evolución de distintos personajes que en conjunto van desarrollando el tema principal de la obra, la Guerra de los Cinco Reyes, permite al autor este tipo de soluciones. Sin embargo, está estructura tiene sus desventajas y Martin en este libro se encuentra con una de ellas. Es tal la complejidad, diversidad y número de los personajes creados por Martin, cada uno con su propia historia y tramas accesorias, que sus novelas se estiran y estiran siendo imposible incorporar a todos los personajes en un único libro y mantener el interés de la trama principal. Esto obliga a Martin en cada entrega a hilar muy fino a la hora de seleccionar los personajes que va a incorporar en cada libro y en esta última novela la elección probablemente no ha sido la más adecuada, sobre todo porque el otro punto fuerte que ha caracterizado la serie, las constantes sorpresas y giros que Martin incorpora en la historia en esta novela brillan por su ausencia convirtiéndola en la más aburrida de la serie. Y eso que, en principio, los elegidos son algunos de los más carismáticos: la atractiva y malvada Cersei Lannister, su tullido hermano Jaime, la rebelde Arya Stark (o sus distintas identidades) o la caballeresca Brienne de Tarth, que llevaron el peso de la serie en anteriores entregas, e introduce algunos nuevos para abrir nuevas tramas y localizaciones en los Reinos de Occidente. Sin embargo, la ausencia de los personajes más carismáticos y complejos como Tyrion Lannister, Jon Nieve o Daenerys Targaryen lastra la historia, así como la falta de verdaderos cliffhangers que mantengan el nivel de adicción e interés del lector.

Y, es que Martin más que una novela-río, como consideran muchos, ha creado un nuevo concepto la novela-charca, en la que los personajes se desarrolla, en ondas conforme a las piedras que va tirando el autor a la charca de la obra en forma de giros argumentales y sorpresas, manteniendo el interés mientras echa nuevas piedras que remuevan las aguas pero que, en cuanto deja de hacerlo, la historia resulta predecible y aburrida. No le ayuda precisamente al estilo directo y poco elaborado de Martin la constante repetición en la presentación de personajes secundarios para situar al lector y nombrar a todos y cada uno de los personajes que aparecen en la historia, acabando uno con la sensación de estar atrapado en un bucle del que no puede salir.

En definitiva, una novela bastante anodina que probablemente haga las delicias de los fanáticos que llevan años esperándola pero que ofrece mucho menos de lo que promete. Y es que es muy difícil mantener el nivel durante tantos libros y durante tantas hojas.

Quizás en la próxima entrega, si Martin se decide a cerrar alguna trama secundaria y va prescindiendo de personajes pueda recuperar la intensidad perdida y esta novela quede como un borrón en la serie pero, de momento, para mí es la que señala la cuesta abajo. Sería muy buena noticia que Martin, en la próxima entrega, me demuestre lo contrario para poder seguir disfrutando de su talento.

Más sobre “Canción de Hielo y Fuego” en El lector impaciente aquí, aquí y aquí.

James Stewart, in memoriam


Con todo el jaleo ocasionado con la compra del nuevo televisor, no pude hacerme eco del aniversario del día de ayer, en el que el bueno de James Stewart (1908-1997) cumplió cien años.

Stewart fue el actor más versátil que ha dado Estados Unidos, capaz de interpretar con solvencia cualquier papel, desde el sofisticado galán hasta el ciudadano medio, adaptando a sus capacidades con naturalidad la imagen del héroe por antonomasia de la época, el cowboy. Ninguno de los grandes géneros del cine norteamericano le fue ajeno y en todos dejó huella. Trabajó con los más grandes directores de la época, destacando su continuada colaboración con gente tan legendaria como Frank Capra, Anthony Mann, Alfred Hitchcock o John Ford.

Stewart era capaz de interpretar héroes con los pies de barro como nadie, siempre dotando a los personajes de una humanidad poco apreciada hasta entonces, interpretando personajes cercanos al espectador y con los que le resultaba fácil identicarse. Puso cara al norteamericano medio, íntegro y honrado, dispuesto a salir adelante tras la “Gran Depresión”. Repasando el listado de sus casi cien películas es difícil encontrar una mala y hay un buen puñado que pueden ser consideradas auténticas “obras maestras”.

Ganó numerosos premios y gozó de reconocimiento en vida. Once años después de su muerte sigue siendo recordado. En sus películas vivirá para siempre.

Probablemente, junto a Katherine Herpburn, los dos más grandes talentos de la época dorada de Hollywood.

Con ustedes James Stewart:

Caballero sin espada” (Mr. Smith goes to Washington), 1939 de Frank Capra.




La Ventana Indiscreta” (Rear Window), 1954 de Alfred Hitchcock.



El hombre que mató a Liberty Balance” (The man who shot Liberty Balance), 1962 de John Ford

Tele Nueva



(Ahora sólo falta que en algún canal echén algo que merezca la pena...)