lunes, 28 de abril de 2008

“Fun home: una familia tragicómica” de Alison Bechdel



Tenía ganas de leer la última obra publicada en España por Alison Bechdel (última y casi única porque salvo unos pocos álbumes recopilatorios editados por La Cúpula de su tira cómica “Unos bollos de cuidados” (“Dykes to watch out for”) nada más hemos visto por estas tierras de esta autora), una obra multipremiada y con muy buenas críticas, con la vitola de haber traspasado en premios y elogios el cerrado mundillo del cómic para haber atraído la atención de la sesuda crítica literaria que la incluyó entre los mejores libros del álbum , cosa a mí entender improcedente.

(¿Es lógico en un concurso de tartas premiar a un bizcocho? ¿O en uno de motos premiar a un deportivo? Los autores y las editoriales, lo mismo les dan de donde vengan los elogios, por supuesto, pero habría que plantearse entre los críticos si no se le hace un flaco favor al medio ensalzando tanto los premios literarios que recibe un cómic). Una vez leída “Fun Home”, la sensación es contradictoria porque aun reconociendo la valentía de la autora a la hora de contar su propia historia y la ambición, inteligencia y sutileza con que lo hace, lo cierto es que la obra no ha conseguido transmitirme gran cosa, algo imprescindible en este tipo de “slice of life”.

Desde el título, con un juego de palabras que se pierde en la traducción española, que hace referencia al negocio familiar, una funeraria en la que la autora pasó su infancia y adolescencia hasta su marcha a la universidad, la autora echa la vista atrás para contarnos como transcurrió su infancia en una bucólica granja de Pennsylvania junto a sus hermanos y padres, profesores de inglés con fuertes inquietudes artísticas que nada tienen de cómicos y sí mucho de trágicos.

La infancia feliz que podría deducirse de la simple narración gráfica a partir del dibujo de la autora, dotada de un estilo muy detallista con un punto “naif” llena de composiciones que describen una cotidianidad costumbrista y doméstica de lecturas, juegos y visionados de televisión, se rompe en cuanto uno empieza a leer los densos textos de la Bechdel y nos descubre la falta de cariño en la que se desarrolló su infancia, analizada con un punto de distanciamiento y dureza que inevitablemente se contagia al lector.

Tras la muerte de su padre en un accidente de tráfico poco claro y sobre el que planea la sospecha del suicidio, la autora se acerca a la figura paterna, un hombre ensimismado y encerrado en sí mismo, incapaz de salir del armario y aceptar claramente su homosexualidad reprimida. Bechdel procura entender a su padre y a su madre a través de un posicionamiento tremendamente racional y alejado de cualquier guiño efectista y melodramático, aunque la ausencia de cariño y el reproche por una infancia infeliz – aunque en la dedicatoria a su madre y hermanos escriba “lo pasamos muy bien, a pesar de todo” – planean sútiles durante todo el relato al tiempo que, conforme va descubriéndonos la figura del padre en toda su contradicción, se muestra ella misma y su evolución personal hacia la aceptación de su propia homosexualidad que es sólo uno de los puntos en común que comparte con el desaparecido coprotagonista y que me parecen la parte más conseguida de la obra.


Muy instructiva y sincrética de lo que es la obra es la ilustración de la cubierta en la que muestra a cada uno de los miembros de la familia viviendo en el “museo” diseñado por papá Bechdel en una habitación distinta, cada uno encerrado en su propio círculo de aficiones e intereses sin compartir apenas nada con el resto.

Me queda la duda hasta que punto es premeditada la contraposición entre la densidad de los textos y el estilo ingenuo de dibujo. El estilo literario de la Bechdel es recargado y analítico en una comparación constante entre su padre y ella misma con distintos modelos literarios que van desde Scott Fitzgerald, Joyce o Proust , entre otros, o la revelación que la supuso la lectura de “Colette” hasta un punto que raya con lo obsesivo y hace la obra sólo accesible en su plenitud para un público culto y minoritario. Por otro lado, Bechdel no parece sentirse segura de su capacidad para dejar que la narración fluya a través de su dibujo, ahogando en muchas ocasiones las viñetas con cuadros explicativos que nada aportan a la historia principal, un defecto importante pero que no quita mérito a la riqueza de interpretaciones con la que la autora dota a la obra y la convierte en objeto para la reflexión.

Allison Bechdel hoy por hoy me parece una autora sobrevalorada, a la que todavía la falta mucho por mejorar en su narrativa respecto a la interacción entre texto y dibujo por lo que demuestra en esta obra. Sin embargo, creo que tiene margen para hacerlo, lo que me hace pensar que lo mejor de la Bechdel está por venir. Lo estaremos esperando.

La edición de Reservoir Books me parece excelente.


Página web de la autora y últimas tiras de su obra “Unos bollos de cuidado” (traducción La Cúpula), aquí.
En Cómics Vol. 2 hay una entusiasta reseña sobre esta obra. Si quieren leerla pinchen aquí.