martes, 22 de abril de 2008

El trailer de “The Spirit” o esto ya lo hemos visto antes…

Supongo que la mayoría habrán visto ya el primer trailer de “The Spirit” de Frank Miller.

Sigo pensando que es demasiado pronto para sacar conclusiones con cuatro fotos y este trailer pero como Miller no esté jugando al despiste la ambientación de Central City suelta tufillo a “ya visto” que echa para atrás.

Todo en el trailer recuerda demasiado a “Sin City”. Cierto que minuto y medio no da para demasiado pero espero – y deseo - que Miller se haya guardado sus secretos para más adelante porque si no le van a llover palos de todos los colores.

Estaremos atentos.



“Elegy” de Isabel Coixet


Ayer con más miedo que vergüenza fui a ver la última película de Isabel Coixet. Miedo porque su anterior película, “La vida secreta de las palabras”, contra la opinión general me pareció artificiosa, tramposa y aburrida. Sin embargo, curiosamente, esta nueva película a pesar de ser artificiosa, tramposa y aburrida me ha gustado bastante.

Coixet adapta libremente una novela de Philip Roth, “El animal moribundo” y filosofa en imágenes sobre temas trascendentales del hombre contemporáneo como el miedo a la vejez y a la muerte, la soledad o la incomunicación, a través de la tortuosa historia de amor entre David Kepesh, un profesor de literatura maduro y seductor, padre de un hijo al que no comprende y que no le comprende (Peter Sarsgaard) y con una amante oficial con la que tiene sexo cada quince días (interpretada por una bella Patricia Clarkson, que merecería algo más de espacio en la cinta), interpretado por un magistral Ben Kingsley, y una de sus alumnas de origen cubano, Consuela (Penélope Cruz). El profesor, acostumbrado, a buscar relaciones con mujeres bellas sin comprometerse con ninguna, empezará a sentir algo muy especial por Consuela, de la que se enamorará perdidamente hasta el punto de replantearse sus convicciones personales.

Isabel Coixet en anteriores películas ya demostró su gusto por historias atormentadas rebosantes de existencialismo y trascendencia a través de un planteamiento cinematográfico, en mi opinión, excesivamente artificioso y teatralizado, con el que busca más sugerir que contar y que exige del espectador demasiada complicidad a la hora de rellenar los silencios entre los personajes en un discurso excesivamente ambiguo. Si la apuesta le sale bien, la película emociona, si sale mal, aburre hasta las ovejas. Esto, que gente como Bergman o Dreyer dominaban como nadie (porque estos aparte de sugerir, contaban), a Coixet no le sale siempre, logrando resultados brillantes en ocasiones y exasperantes en otras.

En esta película en concreto, Coixet redunda en el tratamiento de los mismos problemas de siempre con la única novedad que esta vez intenta explorar la mentalidad masculina a través de su protagonista, el cuál a pesar de tratarse de un hombre culto, refinado y maduro no deja de enfrentarse a la vida con unos planteamientos adolescentes, en contraposición con las reacciones de la jovencita Consuela. Esa mirada tardoadolescente del protagonista, Coixet la extiende a todos los personajes masculinos de la cinta, como el poeta golfete y vitalista amigo de Kepesh interpretado por un excelente Dennis Hopper, o el hijo, que al tiempo que desprecia al padre acude a él para contarle sus problemas aunque este sea incapaz de entenderle.

Todo este tinglado tan poco creíble se compensa con el excelente trabajo realizado por la pareja protagonista, destacando un incomensurable Ben Kingsley, que realiza aquí uno de sus mejores trabajos. Kingsley demuestra en esta película una química con la cámara espectacular, siendo capaz de transmitir emociones con una mirada o un gesto y llenando los aparatosos silencios a los que tan aficionada es Coixet con la fuerza de su carisma en pantalla. Penélope Cruz también está a gran altura, sin llegar nunca al nivel de Kingsley, ganando su interpretación conforme su personaje gana en carga dramática y aunque nunca se impone al magnetismo de Kingsley en las escenas compartidas, suya es la secuencia más conmovedora de la cinta.

Estéticamente, la película es preciosa, con una magnífica fotografía de Jean Claude Laurrieu , cuya importancia se ve reforzada en el filme por el gusto por la fotografía que muestra Kepesh, fotografía que se adecua a los tonos oscuros y pesimistas característicos de Coixet logrando momentos de una gran intensidad.

En definitiva, una bella película que se sustenta a pesar de los vaivenes de guión en un espectacular trabajo de todo el reparto y la actuación de un Ben Kingsley que por sí misma merece el pago de la entrada.

Les dejo un trailer para que juzguen ustedes mismos.