viernes, 4 de enero de 2008

“La Noche del Oráculo” de Paul Auster



Como al turrón vuelvo a leer una novela de Paul Auster por Navidad aprovechando que en mis trayectos en transporte público puedo, tras dura lucha, sentarme con más frecuencia que en otras fechas.
Auster es uno de esos novelistas de estilo definido y obsesiones recurrentes que no suele engañar ni decepcionar y puedes suponer bastante bien lo que te puedes esperar encontrar en sus novelas. Cuando menos una narración fluida en el que el gusto por hilvanar unas historias con otras y embelesar al lector con personajes atractivos que se mueven entre la realidad y la fantasía literaria, cuando más novelas que perduran en el recuerdo de manera imborrable en los que los interesantes juegos de identidad se graban en la mente de una manera personalísima. En el caso de “La noche del Oráculo” nos encontramos en el primer caso. Una novela menor en la producción de Auster que sin dejar de ser entretenida no se puede equiparar a las mejores obras del autor de New Jersey como “Trilogía de Nueva York” o “El libro de las ilusiones”.
En “La noche del oráculo”, Auster es trasunto una vez más de un escritor minoritario, Sidney Orr, convaleciente de una grave enfermedad que le ha dejado bastante tocado mental y físicamente. Orr encuentra en “El Palacio de Papel”, la papelería del Señor Chang un cuaderno portugués azul que despierta de nuevo su interés por la escritura. En él, Orr, desarrolla una historia basada en un personaje secundario de Chandler, Flitcraft, historia que le absorbe y le mantiene en buena medida alejado de una realidad amenazante marcada por sus problemas económicos y sentimentales.
“La noche del Oráculo” es un canto al poder terapéutico de la escritura como medio y remedio de la cotidianeidad. Orr a través de la escritura de su cuaderno azul va curando sus cicatrices físicas y emocionales en un viaje del que disfrutará todo lector. Orr/Auster a través de sus paseos por Nueva York, sus encuentros con distintos personajes y sus creaciones literarias va pergeñando diferentes historias atractivas y adictivas hasta el punto que la realidad y la fantasía se mezclan en la mente del autor convertido en un Alonso Quijano por arte de Auster. Sin embargo, en esta novela el autor peca de cierta precipitación a la hora de finiquitar la historia. Da la sensación que llega un punto en que se aburre de sus criaturas y decide terminar la obra con un final aseado con honra pero sin gloria. De este modo la novela queda desmadejada y abierta dejando que sea el propio lector quien rellene los huecos dejados por el autor (ninguna de las historias planteadas por Auster en esta novela se puede considerar “acabada” en lo que quizás no sea otra cosa que una metáfora de la propia vida).
Ya saben, si les agobia la rutina y los problemas cotidianos busquen salida en la literatura. “La noche del oráculo” es una buena opción.
Otros libros de Paul Auster en El lector impaciente aquí.