jueves, 11 de octubre de 2007

“Gus: Nathalie” de Christophe Blain


Como ya sabéis los habituales de “El lector impaciente”, Christophe Blain es uno de los autores europeos preferidos del que esto suscribe por lo que la publicación de un nuevo álbum suyo es un acontecimiento que espero con ansias irrefrenables y sudores fríos. Eso es lo que me ha ocurrido con su último álbum “Gus: Nathalie” con el que Blain sorprendió el año pasado en Francia al abandonar momentáneamente “Isaac, el pirata” para iniciar esta nueva serie ambientada en el Oeste americano y que este mes ha publicado en España Norma Editorial (excelente edición y sólo un año después de su publicación en Francia). Creo no equivocarme si digo que“Gus: Nathalie” es un álbum que supone un paso adelante tanto en la evolución del Blain dibujante como del Blain guionista.
Empecemos con el guión: si el trasfondo de “Gus” es bastante similar al que ya conocemos por otras obras de Blain, la ambientación en un escenario de género para transgredir las convenciones del mismo con una obra plenamente original, que en el caso de Isaac sería la piratería “sui generis” y la Francia “de capa y espada”, y en “Gus” se trata del Oeste americano de los forajidos y pistoleros (al que ya se acercara en "Hiram Lowatt& Placido")para a través del humor centrarse en los elementos “sentimentales” y sexuales de la historia que en este caso son las correrías golfas del protagonista y sus compinches Clem y Gratt. De hecho, el carácter de Gus y su tratamiento recuerda mucho al de Jacques en "Isaac, el pirata", un tipo de mal vivir sentimental, golfo y enamoradizo. Sin embargo, la gran novedad del guión de “Gus: Nathalie” se encuentra en la estructura del mismo. Abandonando el tratamiento lineal “clásico”, Blain divide el álbum en varios capítulos (5) para establecer una enorme elipsis desde lo acontecido en el primero (rechazo de Nathalie) hasta el último (carta de Gus a Nathalie) y hacer palpable para el lector la sensación de transcurso de tiempo y cómo este marca la evolución y decisiones de los protagonistas. De este modo, todo lo ocurrido entre medias – las correrías fracasadas de Gus en El Dorado junto a sus amigotes – se justifican plenamente con la carta que Gus escribe a Nathalie. Nathalie, quien da título al álbum y sólo aparece durante el primer capítulo, es el gran amor de Gus y el motor referencial de todos los acontecimientos posteriores aunque su participación directa en los acontecimientos posteriores sea nula. La organización episódica permite al mismo tiempo hacer que el peso de la historia no recaiga únicamente en el personaje protagonista, Gus, sino que permite a Blain contar otras historias, las de sus compinches Clem y Gratt, en la que estos se erigen en protagonistas de las tramas dejando a Gus como un elemento secundario de las mismas. El hecho que Blain se centre en el carácter sentimental de la trama no implica que en “Gus:Nathalie” no haya acción ni los clásicos enfrentamientos a tiros, sin embargo, en este álbum, no son más que elementos accesorios para la verdadera historia en la que Blain quiere centrarse, los devaneos sentimentales de sus antihéroes y la complejidad de las relaciones amorosas.
Vamos ahora con el Blain dibujante: Tras leer este álbum no creo que le quede ya ninguna duda a nadie sobre que nos encontramos ante el mejor dibujante de cómics del momento. Blain, sin descubrir nada, usa todos los recursos técnicos y narrativos que el medio permite y los hace suyos de una manera única y personal para convertir a “Gus: Nathalie” en un álbum imposible de extrapolar a otros medios, cómic en estado puro. Si en “Isaac el pirata” su estilo es marcadamente más realista y en “La Mazmorra: amanecer” o “Sócrates: el semiperro” opta por un carácter más fantástico o minimalista, en Gus nos encontramos ante la suma de todos esos estilos al servicio de una historia. De tal modo, Blain busca soluciones eminentemente gráficas para explicar los sentimientos de Gus ante las mujeres y el mundo jugando con los elementos gráficos como la forma de los bocadillos, de las viñetas o las onomatopeyas para interactuar entre el plano interno del pensamiento del personaje y la realidad en una narración fluida y coherente que es una auténtica maravilla. Además, Blain juega con el estilo para dotar de mayor o menor realismo a la narración dependiendo del momento, así como para simplificar el trazo o emborronarlo en función de los distintos ambientes y situaciones (comprobad la diferencia que hay respecto de un interior a un exterior) en una planificación exquisita en la que todo tiene su porqué y no hay nada dejado al azar. Blain se gusta y se nota que disfruta dibujando las aventuras de Gus en un álbum fresco en el que es una gozada perderse y descubrir con cada relectura nuevos detalles. Por otro lado, el color de Walter (colaborador habitual de Blain), se convierte en otro elemento a destacar dotando a la obra de una variedad cromática única e interactuando perfectamente con el dibujo de Blain. Los amarillos, naranjas y azules contrastan perfectamente para recrear el calor y la inmensidad del desierto, la elección de rojos en los bosques y montañas resulta original y acertada así como los fucsias chillones en las escenas en el salón Río Lobo. Todo es original y retro al mismo tiempo. Una gozada. Sin embargo, el color no es un simple elemento de caracterización sino que se erige como un elemento narrativo más (observad el cambio de fondo en el momento en que Gus descubre la edad de la poetisa en la página 37). Una gozada (esto ya lo he escrito alguna vez, ¿no?).
En definitiva, este álbum para mí es el álbum del mes y, probablemente, el álbum del año, que no debe faltar en la estantería de todo aquel que considere el cómic un medio independiente y maduro. Blain lo demuestra. Yo ya tengo sudores fríos esperando la próxima entrega “Gus: Peggy”.
Si tienen más ganas de "Gus" y les apetece leer una entrevista con Blain pinchen aquí.