lunes, 8 de octubre de 2007

Dolmen, Astiberri y La Cupula: tres maneras de afrontar la pifia.


A pesar del título de este post su razón de ser surge del publicado por Pedro en su estupenda bitácora Un tebeo con otro nombre, acerca de la pifia cometida por Planeta en la nueva edición del Tarzan de Harold Foster. Que Planeta cometa errores en la edición de sus clásicos no es nuevo, de hecho que cometa errores es algo bastante habitual y ha convertido en una triste tradición la de repetir las ediciones de los primeros números de algunas colecciones (Príncipe Valiente, por ejemplo) que el sufrido lector de material clásico debe padecer si quiere acceder a estas obras muchas de las cuáles resultan inencontrables en castellano. Pero a mí lo que me llamó la atención más que su post en sí fueron los comentarios de Trueno acerca de un error de bulto cometido por Dolmen Editorial en la edición del libro “Foster&Val” de Manuel de Caldas y el posterior comportamiento de la editorial.
Al parecer este libro, que salió en Julio por el considerable precio de 32 € tenia un error de paginación por el que a partir de la página 63 se repiten textos ya publicados a partir de la 57, cosa que vuelve a ocurrir a partir de la 65 con lo que para leer la continuación de la 57 tienes que saltar a la 63 y falta parte del artículo. Esta denuncia que ha realizado Trueno tanto en Un tebeo con otro nombre como en el foro de Dolmen de momento ha tenido la callada por respuesta y no ha producido ninguna reacción salvo el embolsamiento de los 32 euritos del ala por parte de la editorial.
Quizás Dolmen está consternada y no sabe como actuar. Vamos a darle alternativas:
La Cúpula publicó en tomo la estupenda obra de Charles Burns Agujero Negro” por 28 € y le falta una página. ¿Qué hizo? Una cutrez y una tomadura de pelo a quienes adquirieron la obra: retiraron la edición y la volvieron a sacar con la hoja que faltaba pegada con lo que sobresalía del resto del paginado. Eso sí, a los pocos meses sacaron una nueva edición corregida.
La respuesta seria ante la pifia: Astiberri. La edición de “Malas Ventas” en un tomo único de 35 € fue la gran apuesta por parte de Astiberri para el pasado Salón del Cómic de Barcelona que potenciaron con la presencia del autor Alex Robinson, que dedicó ejemplares y realizó dibujos. ¿Qué pasó? Que la edición de Astiberri tenía un error de impresión y faltaba una página. ¿Qué hizo la editorial? Retiró toda la tirada y realizó una nueva corrigiendo el error y a aquellos que ya habían adquirido el volumen los compensó con el cambio de edición y regalándoles un ejemplar de “Más malas ventas”.
Astiberri, La Cúpula y Domen son editoriales de parecido volumen y características. Imagino que el quebradero económico que supone la repetición de la tirada es similar tanto para unas como para otras. Sin embargo, tan sólo una optó por una solución satisfactoria para los lectores asumiendo el error cometido mientras que las otras dos no han hecho más que castigar por sus errores al pobrecito que se ha hecho con los ejemplares defectuosos no ofreciéndole mejores alternativas, en un caso, que quedarse con el ejemplar defectuoso o con un ejemplar repegado y cutre, en el otro.
Dolmen está todavía a tiempo de optar por la elección correcta y no hacer la chapuza que hizo La Cúpula. Lo que no es admisible es lo que ha hecho hasta ahora: nada. Esperemos que siga los pasos de Astiberri por el bien de aquellos que confiaron en la editorial y se hicieron con “Foster&Val”, por el bien de la obra y por el cómic en general que si quiere ser considerado un medio y una industria seria debe ser capaz de asumir este tipo de errores.

“Misterioso asesinato en Manhattan” de Allen a San Francisco.



La traslación al teatro de una obra que nació siendo película resulta cuanto menos peliaguda porque a pesar de sus afinidades nos encontramos ante dos medios con lenguajes propios y, en ocasiones, divergentes. Esto se hace patente en el montaje que actualmente se está representando en el Teatro Maravillas (Madrid) de “Misterioso Asesinato en Manhattan”, la adaptación al teatro de la genial película de Woody Allen a través de un montaje de Francisco Vidal, que cuenta con Quique San Francisco y Beatriz Santana como protagonistas en los papeles de Larry y Carol, Maria Jesús Hoyos y Mario Martín, en los papeles de los señores House, y Rául Cimas y Cristina Solá como Mark y Marcia. La obra funciona y resulta entretenida gracias a la fidelidad de Vidal a los textos originales del ingenioso Woody Allen, que en la película de 1993 realizó una de sus más inteligentes obras conjugando ironía y humor en un personalísimo acercamiento al género del suspense y las historias de detectives a lo Agatha Christie. El montaje que nos ocupa, a lo largo de sus noventa minutos de duración, avanza a un ritmo frenético en un escenario dividido en dos mitades que representan básicamente las casas de los House y la de Larry y Carol, desarrollándose la mayor parte de la trama en esta última con lo que durante la mayor parte de la obra más de la mitad del escenario queda desaprovechado. El ritmo, más acelerado que en la película original, no da tregua al espectador que casi sin tiempo para sentarse se ve inmerso en medio del asesinato de la señora House y la caótica y divertida investigación en la que Carol embauca a sus amigos Mark y Marcia y al calzonazos de Larry. Sin duda, el de Larry es el más complicado de todos los personajes a representar puesto que es en el que recae todo el peso de la obra, un personaje diseñado a la medida de Allen, que lo interpretó en la película y que en teatro precisaba de una interpretación lo más alejada posible del genio neoyorkino para evitar la imitación del singular Woody. La elección de Enrique San Francisco, en este sentido, resulta de lo más acertada demostrando su capacidad para arrancar las risas de los espectadores (que en el fondo es de lo que se trata) y hacer suyo al personaje, aunque imagino que a muchos como yo la sombra de Allen les resultará muy alargada. En definitiva, se trata de un montaje divertido que hará reír a todos aunque probablemente sea recomendable no haber visto la película para no caer en la odiosa comparación. Si la vieron, intenten no comparar y déjense llevar por la gracia del texto de Allen y la correcta interpretación de los actores que, recuerden, siempre será más meritoria que la cinematográfica, a pesar de lo incómodo de las butacas del Maravillas (¿Cómo en un teatro tan recientemente remodelado ponen unas butacas así?) que pueden provocar más de una lumbalgia.