lunes, 10 de septiembre de 2007

Rubén Sosa



A través del correo me enteró de la muerte de Rubén Sosa, dibujante radicado durante más de treinta años en Italia y que, recientemente, había regresado junto a su familia a su Argentina natal. Sosa dibujó algunos de los personajes más emblemáticos de la historieta argentina colaborando con el gran Héctor Oesterheld, que fácilmente nos vienen a la cabeza a todos los aficionados de este lado del charco, como “Ernie Pike” o “El Eternauta” ( ¿Para cuándo una edición digna de "El Eternauta" en España?). Un derrame cerebral acabó con su vida el pasado día 7 de Septiembre.


Aquí os dejo un enlace a una entrevista que Mariano Chinelli le realizó para “Continuum 4”.

D.E.P.

“Hoy, Júpiter” de Landero.



Pocas novelas me han llenado tanto en los últimos años como la última obra de Luis Landero, “Hoy Júpiter”, no tanto por la riqueza de la trama, la perfección de su construcción o la hondura de los personajes, que de todo ello anda sobrada, como de la habilidad artesanal de Landero para la elección de la palabra justa, de la frase concreta, en un castellano rico y conciso, como muy pocos novelistas contemporáneos son capaces de hilvanar en sus obras y convirtiendo su lectura en un raro placer para el lector que, aparte del fondo, desee disfrutar de la forma.
En “Hoy, Júpiter”, Landero nos narra la historia de dos personajes, Dámaso Méndez y Tomás Montejo, dos vidas paralelas de individuos inadaptados e incorfomistas, a primera vista sin nada en común entre sí, pero cuyos destinos confluyen y se entremezclan en el desenlace de la historia. Tomás Montejo, es un profesor de instituto que ha llenado su insustancial vida con la ilusión de la gloria literaria, ilusión que le lleva primero a despreciar la relación con su mujer y posteriormente a engañarla con una alumna en busca de la adulación soñada. Dámaso Méndez, es un hombre de campo victima de los delirios de grandeza de un padre soñador y frustrado, que al no cumplir las expectativas del mismo ve como su cariño y su lugar en la familia son usurpados por Bernardo, un joven aparentemente poseedor de todas las cualidades de las que él carece y que se hace merecedor del cariño del padre. Eso provocará el nacimiento de un odio ciego en Dámaso al que dedicará su vida, odio que le consumirá y que le llevará a perseguir a Bernardo, el culpable de todas sus desdichas y desgracias.
Landero construye una novela en la que la persecución de la ilusión se convierte en una pulsión destructora que paulatinamente socava la vida de los personajes dejando, como único contenido de las mismas, el vacío y el remordimiento ante lo dejado de vivir y como última opción de supervivencia el refugio en la ficción. Alternando la historia de cada uno de los protagonistas, Landero construye una novela que partiendo del relato intimista desemboca en una última parte en que descubre los misterios, grandes y pequeños, que se han ido planteando a lo largo de la narración. Landero nos acerca a las pequeñas grandes cosas que conoce tan bien, la visión bucólica de la vida campesina y el compromiso total con la literatura como opción vital en un desdoblamiento que quizás nos acerque a sus propios anhelos, miedos y demonios.
Si tienen ocasión, léanla, no les decepcionará.